martes, 18 de noviembre de 2014

Oporto




Oporto que abraza el Duero con suavidad,  lo acompaña hasta su unión con el mar.  Esa simbiosis de la ciudad con el rio le otorga un carácter especial y la convierte en un lugar de abrigo, de acogida, de resguardo como el que hallaban los barcos anclados en su “Portus Cale” que daría origen al nombre de la actual Portugal. Como nos dijo Luís de Camões  Oporto es “nombre eterno de Portugal”.





Cuenta la leyenda que el argonauta griego “Cale” fundo aquí un enclave comercial que daría nombre a la urbe. Como a este viajero, la ciudad acoge al visitante con suavidad, sin estridencias. Le permite pasear y deleitarse por sus callejuelas desconchadas, sus escaleras sin fin y sus riberas del rio siempre bulliciosas.  fue y no volverá a ser, de lo que espera ser y será.






Recorriendo sus plazas uno percibe el suave trafago que lo envuelve todo como una caricia, al igual que ese aroma a viandas deliciosas que sale de sus bares y restaurantes, así como el olor tenue con el que sus bodegas tiñen la ciudad de su bandera en el mundo, su vino. 






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